Salvaje de nuevo
Se volvió agresiva, arremetiendo contra los que se le acercaban y aislándose en su dolor. El santuario que antes resonaba con sus rugidos juguetones ahora permanecía en silencio, testigo mudo de su sufrimiento. Los otrora radiantes ojos de Nia, rebosantes de curiosidad y picardía, albergaban una inquietante tristeza. Pasaba los días sola, con sus travesuras juguetonas sustituidas por una quietud melancólica.
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