El reencuentro
La multitud fuera del recinto había crecido, sus voces se fundían en una súplica cacofónica para que Matthew abandonara su inútil esfuerzo. Pero sus gritos cayeron en oídos sordos. No podía apartar los ojos de Nia, que seguía mirándolo con frialdad e indiferencia. Se acercó, con una gota de sudor resbalándole por la frente y el corazón latiéndole más fuerte a cada paso.
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