Caminando para siempre
Horas después, tras seguir la tubería durante lo que pareció una eternidad, Harold tropezó con algo aún más asombroso: una entrada. Era una puerta oculta en la ladera de una colina, oscurecida por el denso follaje y casi invisible para el ojo inexperto. La puerta era vieja y estaba cubierta de óxido, pero era grande y robusta, insinuando la importancia de lo que había más allá.
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