Sin tiempo que perder
La ayuda estaba en camino, pero Harold no podía soportar dejar a la persona allí sola. Si es que se trataba de una persona desorientada. “¡¿De dónde venía esa voz?! ¡¿Cómo puedo acercarme?!” Se dijo Harold. Recorrió la habitación con la linterna, barriendo la maquinaria deteriorada y los rincones oscuros. Parecía un sistema de pasillos de una película de terror…
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