Pedir ayuda
Se sentía totalmente desamparada y no sabía a quién acudir. Fue entonces cuando se acordó del Sr. Saito, que le había regalado la estatua. Rápidamente cogió su teléfono y buscó entre sus contactos. Había guardado su número de teléfono, ¿verdad? Su corazón dio un vuelco cuando apareció su nombre. Sin pensarlo, marcó su número, con la esperanza de que pudiera ayudarla. “¿Hola?”, la voz del anciano crepitó en el teléfono.
Page 42 of 60