Comida diaria
Y así lo hizo. Todos los días, Sarah se aseguraba de llevarle al hombre un recipiente con restos de comida. A veces, era una comida completa. Otras, sólo un bocadillo o un trozo de pizza. Pero la cara del hombre se iluminaba de gratitud cada vez que aceptaba la comida. Con el paso del tiempo, Sarah empezó a esperar con impaciencia sus interacciones diarias con el hombre. Y pensó que había llegado a conocerle.
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