Persistencia
Así que, con una nueva determinación, George se plantó ante la casa de Carol. Llamó a la puerta una vez más. Esta vez, sin embargo, estaba decidido a no marcharse hasta obtener alguna respuesta. Tras varios minutos llamando insistentemente, la puerta se abrió. Carol estaba allí, con expresión severa y ojos ardientes. “¿Por qué no me dejas en paz, George?”, le espetó. George se sorprendió, pero se mantuvo firme.
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