Inusual reencuentro
Esperaron con paciencia y aprensión, y entonces oyeron pasos que se acercaban. La puerta se abrió lentamente y los corazones de George y Carol saltaron de alivio. Carol no pudo evitar gritar: “¡Adam!” Al instante se le llenaron los ojos de lágrimas. La expresión de Adam pasó de la confusión al asombro. “¿Quiénes sois?”, preguntó, con la voz entrecortada por el desconcierto. La mujer y los dos hombres permanecieron un momento en silencio, sin saber qué decir o hacer.
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