Del crepúsculo al amanecer
Le dolía el cuerpo por el esfuerzo, pero se esforzaba, impulsada por una determinación que no había sentido en años. Su jardín era su santuario, su oasis de tranquilidad, y no iba a permitir que nadie lo violara. Cuando el sol empezó a ponerse, Jane colgó varios cordeles alrededor del jardín, ensartándolos con pequeñas campanillas que había encontrado en el desván. Las manos le temblaban ligeramente por el esfuerzo.
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