Temor justificado
Pero el viaje aún no había terminado. Ni mucho menos. A medida que el barco se abría paso por el pantano, los turistas sentían una extraña combinación de euforia y pavor. Detrás de ellos, las oscuras aguas del pantano se agitaban una vez más, la amenaza del cocodrilo al acecho una realidad ineludible. Y ese temor estaba justificado, porque a medida que el barco se movía, el cocodrilo aparecía de nuevo.
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