Calmar a la multitud
Pero era la única explicación que podía encontrar para el extraño comportamiento de la criatura. Su mente se agitaba, dividida entre una sensación de peligro y una ardiente curiosidad. Al ver el pánico en las caras de sus pasajeros, Simon decidió que era hora de tomar el control de la situación. “Cálmense, amigos”, dijo, con voz firme a pesar de las extrañas circunstancias. Compartió su descabellada teoría.
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