Romper el silencio
Era una hermosa casa victoriana, cuyos colores, antaño vibrantes, se habían desvanecido con el tiempo y la intemperie. Se sentaron en el coche, mirando la casa, con el corazón encogido por la expectación. Emily fue la primera en romper el silencio. “Es aquí, ¿verdad, mamá?”, preguntó, con la voz apenas por encima de un susurro. Martha asintió, con la mirada fija en la casa. “Sí, Emily. Hasta aquí llega la llave”
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