Encuentro inesperado
Su corazón latía tan fuerte que parecía resonar en el silencio de la madrugada. El león dio un paso más y su majestuosa melena brilló bajo el sol naciente. Douglas tragó saliva y sus ojos se clavaron en los del león. Podía ver los músculos ondulantes bajo el pelaje leonado, la gracia nervuda de una criatura nacida para gobernar. Tenía la boca seca y las manos húmedas de miedo.
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