Benjamin
Benjamin era un hombre de placeres sencillos. A sus 45 años, había atravesado los picos y valles de la vida, experimentado las alegrías y las penas, los triunfos y las derrotas, pero una constante permanecía: su inquebrantable vínculo con su abuela. Su ausencia se sentía ahora como un enorme agujero en su existencia, como si le hubieran arrancado brutalmente una parte esencial de su alma.
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