La sorpresa de la abuela
El señor Hartrow le entregó una vieja llave, explicándole que Martha le había dejado su casa. Benjamin se quedó de piedra. La casa de Martha, su santuario, ahora le pertenecía a él. Sintió que se le hacía un nudo de emoción en la garganta. Era como si Martha le ofreciera la oportunidad de conservar una parte de ella, y Benjamin se sintio abrumado por la gratitud.
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