Afrontar lo desconocido
A cada paso que se acercaba a la anodina berlina, su curiosidad aumentaba. Nunca había pensado que una de sus preciadas máquinas guardara un secreto tan cautivador que pudiera alterar la paz de su tranquila ciudad. Saludó al padre y al hijo, que permanecían nerviosos junto al coche. El hijo era un joven de unos 16 años, con los ojos muy abiertos por el miedo y la emoción.
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