Grita
Pero la visión de una manada de lobos acercándose a Epona era algo para lo que no se había preparado. El instinto se apoderó de él, y se encontró gritando y agitando los brazos, con la esperanza de ahuyentar a los lobos, o al menos alertar a Epona del peligro que corría. Pero entonces ocurrió algo asombroso. Los lobos no atacaron a Epona. Al contrario, parecían responderle.
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