Hocico
Pero mientras contaba sus últimos segundos ocurrió algo sorprendente. El lobo le acarició la cara con el hocico entre su brazo y el de Epona. Edward abrió los ojos y ahora estaba cara a cara con la criatura salvaje. Fue como si el tiempo se hubiera detenido. Y al mirar a los ojos del alfa, de repente ya no le pareció tan aterrador. Fue entonces cuando Edward hizo lo impensable…
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