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Futuro
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Volvió a su coche, dejando a Epona con sus improbables compañeros. Se sentó en el asiento del conductor y echó un último vistazo a la yegua y a la manada antes de arrancar el motor. Mientras se alejaba, los rayos del sol poniente pintaban el cielo con tonos naranjas y rojos, proyectando largas sombras sobre la tierra virgen. El valle era hermoso en su gloria salvaje e indómita.
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