Que un día
Esperó a que el Dr. Harrison hablara, pero él la miró un momento. Parecía que estaba pensando por dónde empezar. Luego suspiró profundamente y empezó a explicarse. “Después de que usted diera a luz”, dijo, “sus trillizos fueron llevados a una sala de incubación” Elizabeth sintió un nudo en la garganta. Recordaba aquel día. Fue a la vez el día más feliz y el más aterrador de su joven vida.
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