Personalmente
Pero esperaría un momento para averiguarlo. Porque, al igual que el médico le había pedido aquella mañana, el hombre le pidió que se pasara personalmente. Le dio la dirección del orfanato y la invitó a pasar. Con el corazón palpitante y un torbellino de emociones, Elizabeth aceptó ir inmediatamente. Enseguida subió al coche, ansiosa y un poco asustada por saber algo de sus bebés.
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