Sacándolos
“¿Qué hace este oso?”, se preguntó. Pero esa pregunta pronto tendría respuesta. Porque cuando el oso volvió a sacar la cabeza del nido, tenía en sus brazos a tres pequeños oseznos. No podían ser mucho más grandes que conejos, y chillaban intensamente. Era un espectáculo increíble.
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