Enfadándose
Edward le apartó el brazo y empezó a hablarle con voz agravada. “Cariño, tú no eres así. Si puedes darme una buena razón para no ayudar a este chico, iré contigo. Pero si no, me voy para allá” Su mujer le miró con miedo en los ojos, pero no dijo nada.
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