Destrozando su cerebro
Diane se quedó mirando fijamente esa palabra en particular. “Cedarbrook, Cedarbrook. Sé que he oído ese nombre en alguna parte antes”, se repetía a sí misma. La anciana seguía devanándose los sesos, pero al final su mente se quedó en blanco. Pero Diane era una mujer resistente. Y no iba a rendirse tan fácilmente.
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