“¡Ah, lo sabía!”
Al llegar a la clínica veterinaria, los ojos del doctor Shaw se abrieron de par en par en cuanto se posaron sobre la criatura. “¡Ah, lo sabía!”, dijo señalando al bicho que se retorcía. Joseph y el veterinario intercambiaron miradas. Estaban muy expectantes. Ambos estaban al borde de sus asientos, esperando ansiosamente la evaluación del experto.
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