Forzando la mano
La carta decía que el traficante no había robado el banco él mismo. Pero que los delincuentes conocían su concesionario de coches. Amenazaron de muerte a su familia y, con ello, le obligaron a proporcionar a los delincuentes los coches para la huida. El hombre era inocente, pero ahora era cómplice forzoso.
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