Conclusión sencilla
No, Andrew sólo permitía que un puñado de entusiastas visitaran el lugar con cita previa. Así podían apreciar la obra de su abuelo en todo su esplendor. Y Andrew, se limitaba a sentarse en su sencilla silla plegable, frente a la cabaña de madera que tanto amaba. Porque pertenecía a su abuelo.
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