No hay de qué preocuparse
El corazón de Christie dio un salto de alivio y abrazó a su amigo cuando éste volvió junto a ella. Su amiga le explicó que no acababa de entender al hombre, así que le costó explicarle que tenía que marcharse. El hombre seguía interrumpiéndole, pero ya no había por qué preocuparse. Al menos eso es lo que pensaban.
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