El único consuelo
Vincent se quedó sin casa y sólo tenía a su perro Buster para consolarse. “Ah, así que te llamas Buster”, dijo Arthur con una cuidada sonrisa. Explicó que él también había puesto ese nombre al perro, sin saber que tenía dueño. Vincent sonrió a su vez, diciendo que le gustaba el nombre. Pero tras aquel breve paréntesis, la explicación continuó.
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