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Sin dudarlo
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Pedro no cabía en sí de gozo y aceptó sin dudarlo. Era lo que siempre había querido: un trabajo fijo para cuidar de su madre. Se moría de ganas de contárselo a Meredith. Cuando se lo dijo, ella no se sorprendió en absoluto. “Te lo dije. Eres la persona adecuada”, dijo con una amplia sonrisa.
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