Al veterinario
“Todo va bien, Koda, cálmate”, le susurró Bertha con cariño. Intentó mirarle las orejas, pero él sacudía la cabeza enloquecido cada vez que ella quería tocarle. Bertha se levantó con un suspiro al darse cuenta de que tenía que ir al veterinario con él. Sin saber qué secretos encontraría.
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