Con las manos vacías
Todos decían que Howard parecía engreído. Utilizaba su estatus en el banco para impresionar a los futuros empleados, pero ninguno caía en la trampa. Cada vez le enviaban a casa con las manos vacías, lo que le hacía temer cada vez más por el futuro. Pero si hubiera prestado atención, se habría dado cuenta de que esos rechazos no eran tan vacíos como parecían.
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