Más fácil decirlo que hacerlo
Con cautela, David agarró al gato con la intención de llevárselo con ellos. Pero fue más fácil decirlo que hacerlo, porque el gato se soltó al llegar al último escalón. Volvió corriendo escaleras arriba, directo al desván, como si fuera su casa. Ámbar y David intercambiaron una mirada de desconcierto mientras su nuevo compañero de casa les hacía más preguntas que respuestas. Pero pronto descubrirían por qué aquel animal rondaba el último piso…
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