Fuego
Porque cuando la mujer se guardó el pañuelo, Carl notó algo extraño. Se estaba sujetando el brazo izquierdo con la mano contraria. Pero no era por razones de apoyo, no, en absoluto. La mujer se rascaba con fuerza la parte superior del brazo. Y cuando Carl entrecerró los ojos, vio al instante por qué. Las dos extremidades de la mujer estaban cubiertas de puntos rojos, como las suyas.
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