Su sonrisa
Pero Carl dijo que no, con una sonrisa de satisfacción en la cara. “¿Cree que esto es gracioso, señor? Se da cuenta de que a esta mujer le han robado, ¿verdad?” Contestó la policía. Pero Carl no sonreía por eso. La situación en la que se encontraba le dio una idea. Una que no sólo podía ayudarle a él, sino también a la mujer a la que habían robado sus pertenencias. Dijo que su casa aún necesitaba ser exterminada. Allí estaba la llave.
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