Almizclado y oxidado
Con las esperanzas reavivadas por aquel comentario, se adentraron en el submarino. A medida que lo hacían, el olor a óxido y a metal viejo se hacía cada vez más prominente. La maquinaria parecía vieja y todo les daba un aire de la Segunda Guerra Mundial, pero estaba claro que no se había vuelto a utilizar desde entonces. El aire se sentía húmedo y, miraran donde miraran, el óxido y las telarañas se pegaban a la pared. Pero algo no encajaba.
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