Escuchando atentamente
Andrew empezaba a darse cuenta de que su maestro estaba intentando hacer de este oxidado avión su tumba. “Se llevará el tesoro y dejará mi cadáver. Tal vez incluso provoque una avalancha y me entierre para siempre”, susurró Andrew en voz baja para sí mismo. El joven investigador podía oír a Brian caminar a lo lejos. Gritaba el nombre de Andrew, burlándose de él mientras caminaba, y su voz no tardó en hacerse más fuerte.
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