Armarse de valor
Sarah sabía que el enfrentamiento era inminente, pero aún así se sintió nerviosa al entrar de nuevo en el comedor principal. Por suerte, el comedor seguía estando casi vacío, porque se habría puesto aún más nerviosa si hubiera llegado la hora punta. Pero todas las miradas presentes en el local se centraron en ella. La joven camarera se acercó con cuidado a los hombres y les preguntó si podían bajar la voz. Pero ellos prefirieron ignorarla
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