Mirada fija
Sarah se sentía muy pequeña y la postura intimidatoria de Jacob le hizo llorar. Por suerte para ella, alguien decidió intervenir. Harold, que había observado todos los movimientos de Sarah desde que volvió a entrar en el restaurante, no pudo soportarlo más. El leal cliente se abalanzó sobre Sarah y Jacob, empujando al asqueroso hombre. Harold era amable de corazón, pero aún más alto que el molesto Jacob. Así que, tras un breve intercambio de miradas, el joven volvió a sentarse.
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