Una condición
El Sr. Thompson sonrió y les estrechó la mano. Dijo que le gustaba su humildad, y al final cambiaron de actitud. Tal vez fue el nuevo equipo con sus historias de guerra, o tal vez fue su viejo amigo, el dueño del restaurante, quien les forzó la mano. Al final, al Sr. Thompson le daba igual cuál de los dos hubiera sido. Aceptó sus disculpas, pero sólo con una condición. Y era una grande…
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