Alucinando
Cuando Judith vio la señal, pisó a fondo el acelerador. Sabía que iba a gran velocidad, pero apenas había nadie en la carretera y podía aguantar la tensión mucho más tiempo. Siguió especulando, aunque sabía que nada bueno podía salir de ello. “El médico me informó de que las dos niñas estaban perfectamente sanas. Pero, ¿y si no lo estaban? ¿Y por qué demonios sólo me llamó a mí?”
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