Totalmente desprevenida
Todo empezó como un día normal para Becky, de 38 años. Había terminado su turno de trabajo y entró en la estación de metro. El andén por el que pasaban los vehículos de transporte público le resultaba familiar. Le indicaba que su jornada laboral había terminado y que podía empezar su vida privada. Pero ese día las cosas fueron muy distintas. Becky entró en el metro abarrotado, sin saber lo que estaba a punto de ocurrir.
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