Intentando distraerse
Becky continuó su día con la mayor normalidad posible. Intentó leer algo ligero y terminó viendo una película. Pero cada vez que intentaba concentrarse en estas simples distracciones, su mente volvía a la cara de aquel hombre. Se puso tan mal que al día siguiente, cuando Becky tuvo que volver al trabajo, temía el viaje en metro hasta allí. Y con razón, porque en cuanto entraba en el tren, el mismo hombre volvía a estar allí.
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