El escondite perfecto
La primera señal de la presencia del intruso se presentó de inmediato. Unos gruñidos provenían del ático. Pero eso no hizo que Ellie se sintiera más segura de pie abajo en el pasillo. El tamaño de la casa daba al oso muchos lugares donde esconderse, lo que hacía muy posible un ataque sorpresa. Este pensamiento hizo que los nervios de Ellie se multiplicaran por diez.
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