Desesperada
Emily gritó con todas sus fuerzas, con la esperanza de que su marido aún captara sus palabras. “¡Qué demonios, tío! ¿Adónde vas?” Pero Nathan no dio la vuelta, siguió conduciendo. En un intento desesperado por contactar con su marido, intentó llamarle, pero tampoco obtuvo respuesta.
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