Añadiendo
Pero la llamada vino como añadidura. Se añadía a todas las cosas raras que ya habían ocurrido. Y ese hecho lo hacía todo demasiado casual. Emily tenía la sensación de que aquel hombre sabía algo más sobre la desaparición de su marido, así que, naturalmente, tomó prestado el coche de su vecino y se dirigió a su dirección.
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