Por su trabajo
Stacy era una trabajadora postal. Y al hacer sus rondas habituales, siempre pasaba por delante de la casa del dueño de la tortuga. La casa parecía advertida desde fuera y estaba muy lejos de poder llamarse hogareña. Nunca le habían ordenado entregar un paquete allí, pero cuando por fin lo hizo la semana pasada, se quedó de piedra…
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