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No dar más largas

Regina sonrió amablemente, dándose cuenta de que dar largas a lo inevitable no era una opción para su hija. La pequeña Mia ya estaba decidida, así que Regina se dirigió al armario del pasillo sin demorarse mucho más y cogió las llaves del coche del cuenco de cerámica que había encima. “Vamos entonces”, dijo. Pero las cosas no saldrían como esperaban.
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